Santiago Solari debe alucinar. Su gran oportunidad llegó cuando menos lo esperaba, ya que daba la sensación de que Florentino Pérez no le iba a dar la oportunidad que sí le dio a Zinedine Zidane en su día. El francés estaba predestinado a entrenar la primera plantilla, pero el argentino era el entrenador del Castilla y poco más.
La destitución de Julen Lopetegui desató un aluvión de nombres. El candidato que parecía estar mejor posicionado era Antonio Conte, e incluso se llegó a hablar de un José Mourinho que por aquel entonces todavía era entrenador del Manchester United. Sea como fuere, el que se llevó el gato al agua fue Solari, y más de un madridista pensó que Florentino acababa de tirar por la borda una temporada en la que todo se había puesto cuesta arriba por varias razones, entre ellas el traspaso de Cristiano Ronaldo a la Juventus.
De parche a propuesta de futuro por ser valiente
Solari, sabedor de que muchos le veían como un don nadie que no tenía opciones de superar la prueba del interinaje, decidió hacer las cosas a su manera, sin la presión que tiene quien llega entre piropos y alabanzas con un contrato repleto de ceros a la derecha. Su oportunidad pasaba por hacer algo diferente, y vaya si lo está haciendo.
¿Sus decisiones más destacadas? Cargarse a Isco, darle la titularidad a Vinícius o revivir a jugadores como Lucas Vázquez o Marcos Llorente, que con Lopetegui parecían invisibles. Eso y apostar por un chaval llamado Sergio Reguilón, que meses atrás se dio a conocer por un incidente con Sergio Ramos y ahora está en los periódicos por algo bien distinto: ha sentado a Marcelo en más de un partido (y los que quedan).
Todos los títulos están al alcance
Con semejante panorama, y habiendo recortado a 6 puntos la diferencia que les separaba del Barça, normal que Solari empiece a creerse eso de que puede ganar LaLiga, la Copa del Rey y la Champions League. Parecía una locura hace cosa de un mes, pero el Madrid, cuando resucita, es uno de los equipos más letales del planeta. Y en el vestuario ahora se lo creen.
En definitiva, está muy cerca de hacerse un hueco en el Olimpo de los entrenadores, aunque también está muy cerca de tirarlo todo por la borda. La delgada línea que separa el éxito del fracaso es la que puede hacer que te conviertas en un entrenador top para siempre, o que por el contrario vuelvas a ser un entrenador prácticamente desconocido que no ha aprovechado su oportunidad de saltarse los escalones que todo técnico debe subir para llegar a la gloria (véase Unai Emery, por ejemplo).