Negocio, negocio y negocio. En ese se ha convertido el fútbol desde hace unos cuantos años, y lo peor de todo es que las cosas, lejos de mejorar o de detenerse por un momento, siguen avanzando hacia un modelo que tiene como objetivo exprimir hasta el último euro que pueda dar lo que se suponía que era un deporte.
Muchos petrodólares
Los jugadores no se quejan porque así ganan más, aunque a sus familias no les debe hacer ni chispa de gracia que estén viajando constantemente. Sea como sea, los que mandan están haciendo todo lo posible para rentabilizar todos y cada uno de los partidos que se juegan, y eso explica por qué la Supercopa de España de esta temporada se jugará en Arabia Saudí.
Nadie debería verla, pero me temo que ni con esas vamos a conseguir algo. ¿Por qué? Pues porque el dinero lo ponen los saudíes, que están encantados de ver un Valencia-Real Madrid y un Atlético de Madrid-Barcelona en su tierra. Por cierto, qué casualidad que el sorteo depare esos emparejamientos dejando en el aire un Clásico, ¿verdad?
Cómo hemos cambiado
Lejos, muy lejos, quedan aquellos tiempos en los que se podía ver un partidazo en abierto. Eso pasó a la historia y hoy en día hay que pagar para verlo todo, incluso la Champions League. Sin embargo, lo que más enfada no es eso, sino que se lleven un título como la Supercopa de España a miles de kilómetros de distancia. Todo por dinero, sin importar lo que piensan los aficionados.
No sé si estas estrategias van a funcionar a medio y largo plazo. Ahora se van a llenar los bolsillos, pero cada vez habrá más aficionados desencantados que pasan de ver fútbol. Yo soy uno de ellos, y que conste que el fútbol me vuelve loco. Pero llega un punto en el que uno dice «basta». Lo mismo que pasa con el precio de las camisetas, que es un despropósito. ¿El problema? Que la gente paga, y por eso un futbolista gana muchísimo más que un médico. ¿De quién es la culpa? Pues igual de los que consumimos, no de los que fijan los sueldos…