El Sevilla ha regresado a la Champions League seis años después por la puerta grande. Anoche se vivió un gran ambiente en el Sánchez Pizjuán para recibir al Borussia Mönchengladbach, que a priori es el equipo más débil del grupo de la muerte.
Los de Unai Emery no llegaban en su mejor momento porque todavía no conocían la victoria en lo que va de temporada, pero aprovecharon las carencias de un rival que es colista en la Bundesliga y tiene bajas importantes.
La noche de los penaltis
También le vinieron muy bien los tres penaltis a favor que le señalaron. En la primera parte lo habían intentado casi todo, pero Vitolo, José Antonio Reyes y Kevin Gameiro desperdiciaron las ocasiones más claras que tuvieron durante los primeros 45 minutos.
Las cosas cambiaron de forma radical en el segundo tiempo. Los visitantes cometieron penalti en el primer minuto y Gameiro lo aprovechó para fusilar a Yann Sommer con un disparo que entró muy cerca de la escuadra. Pudo repetir dos minutos después con otra pena máxima más clara que la primera. Asumió la responsabilidad y volvió a disparar con potencia, pero esta vez el balón se estrelló en el larguero y botó en la línea de gol sin traspasarla.
El delantero centro francés compensó el error forzando el tercer penalti de la noche. Se alejó de la zona de ejecución y le dio la oportunidad a Éver Banega, que con mucho temple engañó a Sommer para establecer el 2-0 que no sería definitivo. Todavía faltaba el gol del ucraniano Yevhen Konoplyanka, que nada más saltar al terreno de juego sorprendió al meta suizo con un disparo que todos pensábamos que sería un centro. Lo celebró llevándose la mano al escudo del Sevilla, como si fuera un hispalense más.