A Diego Pablo Simeone le pasó lo mismo que a Julio César cuando llegó al Vicente Calderón para iniciar su etapa como entrenador del Atlético de Madrid. «Vine, vi y vencí», eso puede decir con orgullo después de hacerse cargo de una plantilla que no levantaba cabeza, que no ocupaba la posición que le correspondía.
Llegó el 23 de diciembre de 2011 para sustituir a Gregorio Manzano y su fichaje no pudo ser más oportuno. Los aficionados lo celebraban porque es un hombre muy querido, pero más de uno se guardó la emoción y esperó a los primeros resultados para cantar victoria.
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