Dinero, éxito, fama y popularidad son algunas de las características de los futbolistas que juegan en las principales ligas del mundo. Sin embargo, muchos siguen siendo igual de humildes que cuando eran desconocidos. La historia ha colocado a los jugadores brasileños y argentinos como los mejores del mundo, pero lo curioso es que casi todos han demostrado una devoción desmesurada de su fe. La religión sigue muy presente en los terrenos de juego.
Desde Pelé, Donato, Baltazar, Zinho, Bebeto, Edmilson, Lucio, Zé Roberto o el mismísimo Kaká, han sido algunos ejemplos de fe relacionada con el talento en el deporte de alto nivel. Parece que los brasileños sean más creyentes que en otros países, pero no es así. Algunas religiones utilizan a los futbolistas como iconos para que sus seguidores sigan la misma fe que demuestran sus ídolos.
Un gran conocido de nuestra liga como es Felipe Melo, ahora en las filas de la Juventus de Turín, aseguró hace unos días que estaba estudiando la Biblia en sus ratos libres con el fin de ser mejor persona. Los jugadores puramente españoles no pregonan tanto su religión, pero el caso más llamativo sin duda es el de Jesús Navas, recientemente internacional por España y extremo del Sevilla, que lleva grabado en sus botas la frase «Dios es amor«.
Los futbolista suelen ser personas muy agradecidas con todo su entorno, se sienten afortunados de trabajar en lo que más les gusta, tienen ganas de jugar bien y ganar los partidos para demostrar que merecen ser los elegidos para jugar en lo más alto del fútbol mundial, y sólo le piden a Dios que les ayude en los momentos más duros de su carrera.
No solamente hablamos del cristianismo, el islam también tiene cabida en el mundo del fútbol y suele ser bastante habitual contemplar las oraciones de Kanouté, Mahamadou Diarra o Keita, entre otros, antes del comienzo de un partido. Los clubes también se ven obligados a adaptar la alimentación y entrenamiento para que los jugadores musulmanes puedan cumplir con el mes de Ramadán.