Estamos acostumbrados a ver un FC Barcelona que arrasa con sus rivales. Por eso, no es de extrañar que se hayan encendido todas las alarmas esta temporada, pues los de Pep Guardiola ya no golean como antes e incluso sufren con rivales infinitesimalmente menores (véase el Hercules, el Sporting de Gijón o el Mallorca).
Anoche sucedió lo mismo en el tercer partido de la fase previa de la Champions League. Los catalanes derrotaron por 2-0 al Copenhague y se colocaron líderes de su grupo, pero la imagen ofrecida no fue la que muchos esperaban. Eso sí, se rompió ese maleficio que decía que si Javier Mascherano empezaba como titular el equipo no ganaba.
Me sorprendió mucho ver como los daneses salían a por todas, presionando arriba y con un 4-4-2 nada conservador. Se mostraron muy confiados en todo momento y no se arrugaron. Incluso no se vinieron abajo cuando Leo Messi perforó la portería de Wiland en el minuto 18 con un soberbio disparo.
La segunda parte empezó bastante mal. El Barça no jugaba demasiado bien y Guardiola tuvo que recurrir a Xavi Hernández para asegurar los tres puntos. Sin embargo, la tranquilidad no llegó al Camp Nou hasta el minuto 91, cuando Messi volvió a aparecer para establecer el 2-0 definitivo.