Muchos creían que el Barça remontaría el 4-0 que el Athletic de Bilbao le endosó en San Mamés, pero nada más lejos de la realidad. Y es que, anoche, el equipo de Ernesto Valverde volvió a realizar una gran actuación ante los titulares azulgranas. Por eso, nos parece un digno vencedor de la Supercopa de España, título que llega tras 31 años de sequía.
En el encuentro de ayer Luis Enrique se dejó de inventos y jugó con los titulares, incluyendo a Claudio Bravo en la portería. De hecho, en su once de gala solo faltaron Neymar y Jordi Alba, lesionados. Y aunque el juego del Barcelona fue mejor que en el partido de ida, el Athletic siguió mostrándose igual de valiente, aislando a Messi completamente a base de presión y buena colocación. Y es que a pesar de marcar un gol en el minuto 43 de la primera parte, el astro argentino estuvo prácticamente desaparecido.
Mérito del Athletic
Que a los azulgranas les costara llegar a portería fue mérito del fútbol táctico y sobre todo físico de los de Valverde. De hecho, en toda la primera parte el Barça solo tiró dos veces entre los tres palos. Es evidente que los rojiblancos están más rodados por eso de haber sido los más madrugadores de Primera junto al Málaga.
Un Barça desquiciado
En la segunda parte el Barça comenzó a desquiciarse, en este caso también por mérito del árbitro, que no estuvo muy acertado en algunas decisiones. Tanto se desquició el equipo de Luis Enrique que hasta Piqué fue expulsado en el minuto 56 por insultar al linier.
A tan solo 35 minutos del final, las ilusiones del barcelonismo se deshicieron, aunque la guinda del pastel la puso Aduriz (sí, otra vez Aduriz) en el minuto 74 al marcar su cuarto gol en esta Supercopa tras un error defensivo que apunto estuvo de solucionar Bravo de forma milagrosa. Por fin, los rojiblancos vuelven a ser campeones, aunque la gabarra no se utilizará para las celebraciones.