No hubo sorpresas. Cristiano Ronaldo conquistó su tercer Balón de Oro, el segundo de forma consecutiva. Lo hizo tras un 2014 impecable en el que solo le faltó hacer un gran Mundial con su selección.
Ganó con un 37,66% de los votos, lo que le valió para superar a Leo Messi (15,76%) y Manuel Neuer (15,72%). Los títulos colectivos y sus actuaciones personales le han coronado como el mejor futbolista del año que acabamos de dejar atrás con todo merecimiento. Y cuidado, porque ahora tan solo está a un Balón de Oro de ‘La Pulga’.
Un pasito más para ser el mejor
Quiere ser el mejor jugador de la historia del fútbol y va por buen camino para serlo. Yo particularmente lo veo difícil, pero está mejorando tanto año tras año que como mínimo no hay que descartarlo. Cristiano tiene una voracidad que no conoce límites y sus compañeros saben que es capaz de hacer lo imposible. Lo sabe Carlo Ancelotti, que siente este galardón como suyo y de sus jugadores, pero también lo sabe la grada del Santiago Bernabéu, donde los aficionados se levantan cada vez que CR7 controla el balón en velocidad.
El grito que le dejó en evidencia
Esta vez Cristiano no lloró. Todo lo contrario. Para que nadie se acordara de las lágrimas decidió soltar un grito de guerra justo terminó su discurso de agradecimiento. Fue un grito de esos que generan vergüenza ajena, la demostración de que es un quillo que ha llegado muy lejos gracias al fútbol. La cara de Thierry Henry lo decía todo.
Sus tres trofeos le valen para igualar a otras tres leyendas del fútbol: Marco van Basten, Johan Cruyff y su amigo Michel Platini. Ahora solo tiene a Messi por delante, y como siga igual de bien lo más normal es que se haga con el cuarto Balón de Oro de su carrera deportiva. Por su ambición, por su talento y por su físico privilegiado se lo puede permitir.