Iker Casillas, un tipo genial que siempre sabe comportarse, a punto estuvo de perder la compostura ayer en El Molinón. El ambiente estaba muy caldeado y no pararon de lanzarle bolas de papel. Una le mosqueó especialmente y amagó con devolverla con rabia. Menos mal que al final el portero del Real Madrid se contuvo.