Ayer no fue un día feliz para el Real Madrid, y eso que al final se llevaron los tres puntos de Las Palmas gracias a un cabezazo salvador de Casemiro sobre la bocina. El equipo no jugó bien y Zinedine Zidane no pudo ocultar su preocupación en rueda de prensa, donde reconoció que jugando así no iban a ninguna parte.
Una noche para olvidar
Si hubo un jugador que se fue especialmente cabreado, ése fue sin duda alguna Isco. El malagueño recuperó la titularidad aprovechando que James Rodríguez se quedó en la capital, pero a decir verdad no supo aprovechar la oportunidad que le dio Zidane para ser uno de los pivotes ofensivos del equipo, posición en la que no se siente tan cómodo como en la de mediapunta.
Le tocaba demostrar de lo que es capaz después de pasar todos los minutos del duelo ante la Roma en el banquillo, así que tenía ganas de hacer las cosas bien. No empezó del todo mal porque asistió a Sergio Ramos en el córner que significó el 0-1, pero ni estaba haciendo un buen partido ni logró enderezar el rumbo en los minutos posteriores.
Zidane se cansó de su bajo rendimiento en el minuto 60 y dio entrada a Mateo Kovacic, que a poco del final la lio regalando un balón que acabó en el 1-1. El andaluz no encajó nada bien el cambio y se fue con cara de pocos amigos hacia el banquillo. Allí explotó con un gesto bastante infantil, ya que tiró una venda y el abrigo que le dieron y no quiso saber nada de sus compañeros, que prefirieron mantenerse callados.
¿Cabreado con quién?
Lo que no tengo muy claro es si se cabreó con Zidane o consigo mismo. El francés le sacó del campo antes de lo que seguramente esperaba, si bien es cierto que Isco es de los que suele hacer autocrítica. Por eso creo que fue una mezcla de las dos cosas.