¡De locos! El Barça jugó uno de los mejores partidos de su historia y fue capaz de darle la vuelta a una eliminatoria que se había puesto casi imposible. Tras el doloroso 4-0 que encajaron en el Parque de los Príncipes, no eran muchos los que creían que podía pasar algo así.
Tampoco lo creían el 99% de los culés cuando en el minuto 88 el equipo ganaba 3-1 y necesitaba tres goles más para estar en los cuartos de final. Era necesaria una gesta de las gordas para derrotar al PSG de un Unai Emery que todavía tendrá más pesadillas con el Barça a partir de ahora.
Planteamiento cagón
Los franceses no jugaron el partido que tocaba. Emery se equivocó con el planteamiento. Pensó que el 4-0 era una renta lo suficientemente amplia como para tirar de catenaccio al más puro estilo Inter de Milán en aquella semifinal que seguramente recordarás, la de los aspersores mojando a José Mourinho y compañía.
Luis Suárez abrió la lata muy pronto
Es verdad que los de Luis Enrique no pudieron desplegar su fútbol porque apenas había espacio, pero no menos cierto es que el asedio fue constante. Encima, en el minuto 3 la defensa gala regaló un gol a Luis Suárez, que se anticipó a Kevin Trapp para rematar de cabeza un balón que había quedado muerto en el área pequeña. La tecnología determinó que el balón había traspasado la línea de gol, a pesar de que el belga Thomas Meunier despejó el esférico in extremis.
El amigo Kurzawa
El público se animó y los jugadores también se vinieron arriba. La remontada era posible y las ocasiones seguían llegando. Sin embargo, tuvo que ser Kurzawa quien hiciera el 2-0 en propia puerta tras un balón que peleó Andrés Iniesta. Una vez más los parisinos estuvieron demasiado blandos en defensa y el gol fue bastante cómico. Llegó en el minuto 40 y con ese resultado se llegó al descanso.
Penalti a Neymar y gol de Messi
El guión no cambió al inicio de la segunda parte. De hecho, se repitió. En el minuto 3 el árbitro señaló penalti por una zancadilla más o menos intencionada a Neymar, que fue el más listo de la clase al buscar los brazos y la cabeza de Meunier para irse al suelo. El árbitro dijo que no había nada, pero el asistente que está al lado de la portería le avisó para que decretara la pena máxima.
Leo Messi no falló, y eso que Trapp adivinó sus intenciones. El balón entró con tanta potencia que no llegó por muy poco. El 3-0 subió al marcador y Emery estaba más nervioso que nunca.
Cavani tranquilizó a los parisinos
Las cosas cambiaron cuando Edinson Cavani hizo el 3-1 en el minuto 62. Ya había avisado con un remate al poste y a la segunda intentona no falló. Kurzawa le dejó el balón de cara para fusilar a Marc-André ter Stegen y Ángel Di María mandó callar al Camp Nou. Lo hizo porque en menos de media hora era poco probable que los catalanes lograran tres goles, pero lo que nadie sabía era que los iban a lograr en apenas 7 minutos de locura.
Los mejores minutos del PSG pudieron sentenciar la eliminatoria de verdad. El Barça estaba grogui y Cavani tuvo una ocasión clarísima que desaprovechó por no rematar con potencia. Ter Stegen estuvo muy acertado despejando el balón con la bota de su pierna izquierda.
Quien la tuvo minutos más tarde fue Di María. El Barça estaba roto jugándosela al todo o nada y el ex del Madrid no estuvo nada fino. Quiso definir haciéndolo bonito y su remate se fue fuera.
7 minutos para enmarcar
En el minuto 88, cuando algunos culés habían abandonado el estadio contentos por la actitud de los jugadores, un golazo de falta de Neymar reactivó la fe de un equipo que ha vuelto a hacer historia. El brasileño la puso en la misma escuadra y dos minutos más tarde hicieron el 5-1 de penalti. Esta vez por un rifirrafe entre Marquinhos y Luis Suárez que más de un árbitro habría pasado por alto. Neymar no falló y los cinco minutos de descuento que faltaban fueron apoteósicos.
Sergi Roberto hizo posible el milagro
El Barça lo intentó con más corazón que cabeza, con Ter Stegen subiendo a rematar. Finalmente, Neymar recortó y la puso en el área, donde se topó con un jugador que todavía no había marcado esta temporada. Sergi Roberto se lanzó con la misma fe que se lanzaron los culés desde el sofá de casa. Tocó el balón lo justo para desviarlo y engañar a Trapp. Hizo el 6-1 que ha llevado la felicidad a Barcelona, donde hoy se han despertado con una sonrisa de oreja a oreja, con un humor fuera de lo habitual. No era para menos.
Tras el pitido final, los jugadores compartieron su felicidad con la afición durante un buen puñado de minutos. Luis Enrique estaba pletórico, emocionado. Se abrazó con todos los futbolistas y estoy convencido de que recordará esa noche como la mejor que vivió en el banquillo culé. También la recordarán algunos de sus pupilos, que se fueron de fiesta para celebrarlo por todo lo alto.