El fútbol que Marty McFly creyó que iba a encontrar

Regreso al Futuro
Ha llegado el futuro. El futuro que soñaba el bueno de Marty McFly en una de las películas más entrañables del siglo pasado. Ni siquiera había alcanzado la mayoría de edad cuando pudo realizar un viaje en el tiempo que le llevó hasta el día de hoy, el 21 de octubre de 2015. Fueron 30 años de traslación que le sirvieron para mezclarse entre coches y patinetes voladores, ropa que se ajustaba al cuerpo de forma instantánea o máquinas que cocinaban platos en pocos segundos.

El fútbol no entró en los planes del director

No fueron capaces de predecir la llegada de Internet y los smartphones, y tampoco sabemos cómo se imaginaban el fútbol. A decir verdad, esto último nunca se les pasó por la cabeza. Normal teniendo en cuenta que por aquel entonces en Estados Unidos era un deporte muy minoritario, más que en nuestros tiempos. Por allí todavía no se había disputado ningún Mundial y David Beckham no había abierto la veda fichando por los Galaxy. El único fútbol que conocían era el americano.

Si se hubiera llamado Manolo Gutiérrez y estuviéramos hablando de una película producida en España, el deporte rey estaría presente. Habrían imaginado un fútbol que no se parece en nada al actual por un cúmulo de cosas que antes no existían o que han empeorado en vez de ir a mejor.

¿Evolución?

El fútbol sería tan auténtico como lo era en 1985. Nadie se pelearía por los derechos de retransmisión de los partidos y los equipos de fútbol venderían sus entradas a precios razonables para que los aficionados acudieran a los estadios cada domingo. Es más, no tendrías que ahorrar 100 euros para comprarte la camiseta de tu equipo favorito, que por otra parte no cambiaría de diseño año tras año.

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Los jugadores de la cantera tendrían más posibilidades de triunfar en sus clubes de origen y no se verían obligados a emigrar a otros países para ganarse la vida, lo cual no quiero decir que sea algo negativo. El fútbol habría sido capaz de resistir a la globalización y habría más equipos de los que sentirse orgulloso, como por ejemplo el Athletic de Bilbao.

Árbitros y jugadores no se verían tentados por la posibilidad de influir en el resultado de un partido para ganar dinero. Las mafias relacionadas con el mundo de las apuestas deportivas estarían totalmente controladas o directamente no existirían.

La FIFA sería un organismo transparente, justo y sin ánimo de lucro. No se jugaría el Mundial 2018 en Rusia o el Mundial 2022 en Qatar en pleno invierno. De hecho, Joseph Blatter nunca se habría convertido en el máximo mandatario de la institución que gobierna las federaciones de fútbol de todo el mundo.

Blatter

Los aficionados de dos equipos que se enfrentan nunca se pelearían. Disfrutarían del partido sin estar separados por un cordón policial y se felicitarían al término del mismo con total deportividad. No existirían las absurdas «barras bravas» y las bengalas no entrarían en los estadios.

Nadie insultaría a los jugadores, ni del propio equipo ni del equipo rival. Se les respetaría como personas que son y no se les condenaría por un error, por una entrada desafortunada o por el simple hecho de tener un color de piel distinto. Hasta los entrenadores y los árbitros se librarían.

En definitiva, hay mucho camino por recorrer y espero que el próximo Marty McFly (o Manolo Gutiérrez) pueda contar cosas mejores el 21 de octubre de 2045.

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