El Real Madrid pagó por él en verano de 2013 la friolera de 30 millones de euros, aunque algunos medios de comunicación hablan de 38 millones. Sea como sea, parece una cantidad mal invertida. Asier Illarramendi no se ha convertido en el nuevo Xabi Alonso, no ha asumido las labores de oficio, destrucción y creación que se le habían encomendado, y eso que durante su primera temporada en el club ha tenido oportunidades.
Carlo Ancelotti confiaba en él. Hablo en pasado porque ya no lo tengo tan claro. Le dio minutos en partidos más o menos importantes y no respondió como se esperaba, así que dejó de ser uno de los centrocampistas favoritos para ser el último de la lista, por detrás incluso de Casemiro, que se convirtió en el recambio estrella para matar los partidos resueltos en Champions.
No es un Modric o un Kroos
Cuando llegó a la capital de España analicé qué tipo de jugador es Illarramendi. No es desde luego un organizador al más puro estilo Xavi Hernández. Es más bien un destructor de juego, un currante que en cada partido baja a la mina para ensuciarse el mono de trabajo. En pocas palabras, no es un tipo exquisito que ha llegado a la élite por mimar el balón. Cuando lo tiene no se complica, y cuando no lo tiene es cuando más destaca.
¿Problema de calidad o de personalidad?
Lo malo es que en el Madrid no puedes ser un jugador limitado. En el Madrid, los que tienen poca calidad para jugar ahí, como por ejemplo Thomas Gravesen en su día, no se ganan el cariño del público y acaban viendo los partidos desde el banquillo. El problema de Asier no es tanto la falta de calidad. Preocupa más la falta de personalidad que ha demostrado en partidos importantes, como por ejemplo en el Signal Iduna Park de Dortmund en los cuartos de final de la Champions. Allí le temblaron las piernas de forma exagerada, le quemaba el balón y no daba pie con bola. El Madrid se clasificó y no fue necesario cortar cabezas, pero la suya tenía muchas papeletas para pasar por la guillotina futbolísticamente hablando.
Ultimátum
Este año puede ser su último año en el Santiago Bernabéu. Si da la talla continuará, pero si no lo hace se escucharán ofertas por él. La otra opción es cederle para que recupere su mejor nivel, pero no creo que sea una solución. Al que le queda grande la camiseta de un club como el Madrid, le queda grande hoy, mañana y pasado mañana.