La semana pasada fue sustituido ante el Betis en el minuto 69 y ayer le volvió a tocar, aunque esta vez en el 64. Mesut Özil, que por cierto no ve con malos ojos una posible salida del Real Madrid antes de que se cierre el mercado de fichajes, mostró su descontento al ser una vez más el elegido a la hora de refrescar el centro del campo. Casemiro entró en su lugar y su cara era un poema.
Se dirigió hacia su compañero con paso lento y algo cabizbajo, tal vez pensando por qué siempre le toca a él (solo llevamos dos partidos de Liga, pero seguro que se hizo esa pregunta). Chocó las manos del brasileño con muy pocas ganas y se marchó directo al túnel de vestuarios. No quería estar en el banquillo. Quería ducharse para olvidarse cuanto antes. Todo eso mientras Zinedine Zidane le miraba con cara de asombro y Carlo Ancelotti prefería andar hacia otro lado para no cruzarse con él.