Egipto volvió a demostrar que últimamente es la selección que manda en África. Los ‘faraones’ lograron su tercera Copa de África consecutiva, algo que ningún combinado había logrado hasta la fecha. El rival en la final fue Ghana, una selección muy correosa que tuvo que afrontar el torneo con la lesión de su mejor jugador, nada más y nada menos que Michael Essien.
El partido se decidió por la mínima, pues no hubo demasiada diferencia. Ghana decidió seguir con su mismo patrón de juego, dejó jugar a Egipto y se limitó a verlas venir. Hasta hoy siempre les había ido de maravilla, habían encajado muy pocos goles y habían rentabilizado al máximo los goles logrados.
La primera parte fue realmente aburrida. Ambos equipos tiraron de conservadurismo, algo típico en una final. Las ocasiones brillaron por su ausencia y todo hacia presagiar que quien marcara primero se llevaría la gloria.
La gloria fue para los egipcios, concretamente para el joven Mohamed Nagy Geddo, quien había salido como revulsivo desde el banquillo. Combinó a las mil maravillas con Zidan en el minuto 85 y logró anotar el único tanto del partido con una disparo con el interior ante el que nada pudo hacer el meta Kingston. No había sido lo más justo en la segunda mitad, pues los ghaneses tuvieron las mejores ocasiones gracias al peligro llevado por Asamoah Gyan.
Esta es ya la séptima Copa de África que gana Egipto, una alegría para un país que no estará en el Mundial 2010 de Sudáfrica.